¿Un mundo sin carne para combatir la crisis climática?

La carne de vaca es responsable del 41% de las emisiones que llegan del ganado.

Mario Picazo

Mario Picazo

La carne de vaca es responsable del 41% de las emisiones totales que llegan del ganado

Hace unos días Naciones Unidas lanzaba un mensaje contundente a la humanidad en su último informe relacionado con el cambio climático. Básicamente exponían, que para reducir las emisiones de gases efecto invernadero y el impacto que estos están teniendo sobre el clima terrestre, necesitamos modificar nuestra forma de explotar la tierra, la agricultura y nuestra dieta cotidiana. 

En el informe, se describe la dieta basada en plantas como una oportunidad para mitigar el cambio climático, y también se hacen recomendaciones de cómo reducir el consumo de carne de nuestra dieta.

En estos últimos años, han sido numerosos los estudios que han buscado relacionar el consumo de carne con el cambio climático. Algunos han llegado a mostrar cómo una transición global hacia dietas bajas en carne podría reducir los costes de mitigación del cambio climático hasta un 50% en 2050.

A parte de reducir el consumo de productos derivados de la vaca, una ganadería más sostenible también ayudaría a reducir la emisión de gases efecto invernadero.

El consumo de carne no es la principal causa de que haya aumentado tanto la concentración de gases como el dióxido de carbono, el metano y otros que ayudan a calentar la Tierra.

La industria, los coches y otras fuentes que queman combustibles fósiles contribuyen bastante más a cambiar nuestro clima, pero ese es otro problema aún más gordo que tenemos que solucionar.

El consumo de carne no es la principal causa del aumento de gases de efecto invernadero que ayudan a calentar la Tierra, pero son un importante trozo de la tarta

Aún así, la agricultura y nuestras prácticas dietéticas son un trozo importante de la tarta del cambio climático y por lo tanto es fundamental plantear soluciones para reducir las emisiones derivadas de este sector. 

Deforestación vinculada a la alimentación

La carne de vaca y la de cordero son seguramente las más ¨ineficientes¨ de producir porque requieren mucho espacio para pastar. En la mayoría de los casos, la tierra utilizada para su cría antaño era espacio que solía estar cubierto de bosques.

Bosques que una vez talados, emiten de vuelta a la atmósfera gran parte del dióxido de carbono que han ido absorbiendo durante años, a la vez que dejan de absorber el que se está inyectando día a día vía otras fuentes naturales y antropogénicas.

Disminuir la cantidad de carne que comen las personas, también disminuiría las emisiones del ganado y la cantidad de fertilizante que se requiere para su crianza.

La deforestación en muchas zonas del mundo tiene con fin ampliar la superficie de pastos disponibles para la ganadería. Es una de los principales causas del aumento de la concentración de gases efecto invernadero.

Algunos países como Brasil o Indonesia, son hoy puntos calientes de deforestación. La demanda de carne de res, o de aceite de palma respectivamente ha llevado a sus gobiernos a reconvertir millones de hectáreas de bosque.

La demanda de carne de res o de aceite de palma ha llevado a muchos países a deforestar millones de hectáreas de bosque

Lo cierto es que el mundo hoy en día ya come poca carne. Solo el 25% de la población lo hace, aunque el consumo es especialmente elevado en países ricos.

El consumo de carne en los países pobres

Los países poco desarrollados, de momento consumen poco animal o casi nada, aunque eso, en no mucho tiempo, irá cambiando favoreciendo el aumento de gases efecto invernadero y por tanto el cambio climático.

Pero, ¿como le dices a millones de personas de esos países desfavorecidos que no han tenido acceso a productos como la carne, que después de tantos años esperando ahora ellos no van a poder disfrutarla?  

En los países industrializados se consume en promedio alrededor del doble de carne que los expertos consideran saludable, pero, no se trata de decirle a la gente lo que debe o no debe comer.

Análisis personal

Yo soy amante de la carne, sin embargo, hace ya años, bastantes, que he limitado su consumo hasta el punto de consumirla como mucho una vez por semana. Lo he hecho porque sé que en exceso no es saludable, pero también porque soy muy consciente del impacto que el progresivo aumento de su consumo puede tener en clima del planeta.

Para algunos, el mensaje que yo he aceptado como muy positivo, puede ser más difícil de digerir. Tampoco creo que sea bueno señalar con el dedo a los asiduos consumidores de carne, pero sí que conozcan cuáles son las consecuencias de ese consumo. 

Reducir la cantidad de carne que ingerimos es beneficioso para nuestra salud y a la vez ayuda a reducir la concentración de los gases que calientan la Tierra.

Esta claro que adoptar una dieta saludable es bueno para uno, pero a la vez ayuda a reducir las emisiones de gases efecto invernadero perjudiciales para muchos.

A nivel global, la carne de vaca es responsable del 41% de las emisiones totales que llegan del ganado, y el ganado del 14.5% de las emisiones totales de los gases efecto invernadero que llegan a la atmósfera.

La propuesta por lo tanto, no es ir al extremo y renunciar a un delicioso solomillo o chuletón y convertirse en vegetariano, sino reducir el consumo de carne y a la vez llevar una dieta que seguro el cuerpo agradecerá.

La carne de vaca es responsable del 41% de las emisiones totales que llegan del ganado, y el ganado del 14.5% de las emisiones totales de los gases efecto invernadero que llegan a la atmósfera

Hoy en día, esta nueva tendencia que cada vez practica más gente, se conoce como ¨flexatarian¨, es algo así como ser semivegetariano. Puede ser la manera ideal de matar dos pájaros de un tiro, luchando contra problemas de salud como la obesidad y a la vez los de un clima cada vez más adverso. 

Los que vivimos en países desarrollados debemos apoyar enérgicamente estas prácticas cada vez más sostenibles dentro de nuestras posibilidades. Hacerlo por nuestro propio beneficio, pero también por el de los miles de millones de habitantes de la tierra que indirectamente sufren las consecuencias de las acciones de otros. 

Los países que más sufren la crisis climática son los de medios económicos limitados, y además, contribuyen en una escala de magnitud mucho menor al cambio climático.

Sin embargo, son ellos, los que con los escasos medios que tienen, tendrán que adaptarse a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, como los intensos huracanes o las devastadoras sequías o inundaciones, limitando la productividad de sus cosechas y la disponibilidad de alimentos para su población.