¿Es verdad que la playa o la piscina dan hambre?

El aumento de la temperatura por el calor y la actividad física son factores que condicionan el apetito y el hambre.

Pablo Ramos

Pablo Ramos

Durante el verano pasamos más tiempo al aire libre en la playa o en la piscina. Las altas temperaturas, el calor y el aumento de la actividad física, si estamos nadando, jugando a las palas o disfrutando de la familia son condicionantes que pueden modificar nuestra sensación de hambre. Pero ¿Es cierto que la playa o la piscina aumentan el apetito?

Un reciente estudio, publicado en la revista Plos Biology asegura que el aumento de la temperatura corporal reduce la ingesta de alimentos. Los expertos señalan que el calor, la actividad física intensa o comer comida muy picante, que también aumenta la sensación de sofoco, modifica los receptores del cerebro encargados de controlar el apetito y disminuye las cantidades de comida para sentirnos saciados.

El desgaste producido por el calor o un ejercicio físico aumenta la necesidad de nutrientes en el organismo.

Esto ocurre porque el aumento de la temperatura corporal afecta también a las funciones neuronales que, ante el calor, bloquea la sensación de hambre. Así, todas las funciones del organismo se centran en controlar ese aumento de la temperatura y en enfriar el cuerpo.

“La temperatura del hipotálamo se eleva rápidamente y alcanza aproximadamente 39 ° C durante una carrera y esta elevación se asocia con una reducción en la ingesta de alimentos”, concluyen los expertos. Sin embargo, pasados 20 minutos y después de una hora de los picos de calor, el cerebro adquiere su temperatura normal y las funciones se estabilizan.  

Hambre en la playa o piscina

Hay que tener en cuenta que en un día de playa o piscina, el ejercicio físico y calor ambiental condicionan nuestro cuerpo. Así, en la orilla del mar, o tumbados en la toalla, nuestro apetito será inferior ya que el organismo se focaliza en controlar la temperatura corporal.

No obstante, estas herramientas que utiliza el cuerpo para enfriarse gastan líquidos y nutrientes. Por esta razón sí se puede ver incrementadas tanto la la sed como la necesidad de sales minerales.

“La temperatura del hipotálamo se eleva rápidamente y se reduce la ingesta de alimentos”

Además, tanto la playa como la piscina, durante el verano, se convierten en lugares de reunión en los que pasamos tiempo con la familia y amigos. Y habitualmente, estos encuentros se acompañan de comida y bebida que ingerimos sin tener apetito, únicamente por costumbre o protocolo social.

De ahí la percepción o aumento de la sensación de hambre ante los alimentos que tenemos ya listos para ingerir. No obstante, en el momento el que el cuerpo se normalice, y volvamos a la temperatura ambiental habitual, el apetito se normaliza.

A veces, incluso es superior ya que el desgaste producido por el calor o un ejercicio físico al que no estamos habituados aumenta la necesidad de nutrientes en el organismo.