¿Qué ocurre cuando los árboles se congelan?

Las bajas temperaturas del invierno suponen para los árboles un estrés añadido a su periodo de letargo hasta primavera.

Pablo Ramos

Pablo Ramos

Las bajas temperaturas del invierno suponen para los árboles un estrés añadido a su periodo de letargo hasta primavera

La llegada del intenso frío invernal compone a veces maravillosas fotografías de paisajes totalmente helados, congelados y cubiertos de nieve. Instantáneas que pueden resultar únicas, pero que también reflejan el estrés al que la climatología somete a los árboles para sobrevivir por las bajas temperaturas y disponibilidad de agua en estado líquido.

Para perdurar a las condiciones invernales, los vegetales han ido creando diferentes estrategias.  “Las plantas desarrollan una amortiguación o latencia del metabolismo para consumir la menor energía posible subsistiendo de las reservas”, señala Manuel Peinado, catedrático del departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Alcalá.

Con la llegada del frío los árboles priorizan sus procesos biológicos habituales para mantener aquellos que les garanticen salvaguardarse hasta la vuelta del calor. Así, los árboles caducifolios pierden las hojas durante su época de letargo para centrar sus esfuerzos en mantener otros órganos como el tronco, las ramas o las raíces, expuestas a unas condiciones menos adversas la situarse bajo tierra.

Herramientas de supervivencia

Además, las plantas en general han desarrollado mecanismos de adaptación a las bajas temperaturas para resistir el frío. Por un lado, los métodos de escape de tipo temporal, que consiste en el reposo o periodo de latencia en el que la planta deja de crecer o limita al máximo su actividad.

Por otro, la amortiguación o tolerancia. En este caso, consiste en las “herramientas” de las que dispone el árbol para asilarse del frío, como la corteza, las cutículas, su estructura de conductos compartimentados o el uso de sustancias orgánicas que hacen la función de anticongelante (savia).

“Aunque la planta disponga de mecanismos endógenos de protección frente al frío, hay tejidos cuyo tamaño es tan grande y su producción tan fácil para las plantas que resulta energéticamente más adecuado deshacerse de ellos previo reciclado de sus nutrientes. Este es el caso típico de las hojas de los árboles caducifolios de las zonas templado-frías que pierden las hojas con el comienzo de los fríos, después de que buena parte de los nutrientes que contienen sean translocados y almacenados en las partes leñosas”, detalla Peinado.

Las plantas han desarrollado mecanismos de adaptación a las bajas temperaturas para resistir el frío

Por su parte, algunas especies de árboles desarrollan durante la época invernal lenticelas, unos pequeños poros en la corteza de los árboles que les ayuda al intercambio de gases en sus funciones biológicas básicas durante su periodo de latencia.

La nieve, elemento protector

En contra de lo que pueda parecer, en las regiones en las que la nieve se acumula durante un periodo prolongado, las plantas y árboles utilizan las precipitaciones caídas en forma de copos también para protegerse del aire y la desecación que puede producirse por el hielo.

“En las profundidades del manto de nieve se mantiene constante la temperatura a unos valores cercanos a los cero grados centígrados. A este efecto de aislante térmico se une el de pantalla frente al efecto desecador y abrasivo del viento”, subraya Peinado.

Tormentas y hielo

Además del intenso frío, durante el invierno también se producen tormentas de hielo que someten a un estrés añadido a los árboles que puede significar su muerte por la rotura de su estructura. “Los bosques se adaptan a los periodos con acontecimientos de tiempo extremo”, señala  Lindsey Rustad, investigadora del Departamento Forestal de EE.UU.

Esta científica lidera un proyecto que busca entender los mecanismos de recuperación, como sanación de heridas, nuevos crecimientos foliares así como los umbrales sobre los cuales los árboles no pueden recuperarse de eventos como fuertes nevadas y tormentas de hielo.

Entre las estrategias evolutivas que han desarrollado los bosques para sobrevivir a eventos de tiempo extremo destacan la su arquitectura biológica, su capacidad para deshacerse del hielo que les cubre (como en las coníferas), su anatomía y su exposición al viento.

“Los árboles con ramas horizontales tienen más probabilidades de acumular hielo y romperse más que los árboles que disponen de las ramas inclinadas, en ángulo o que se puedan doblar”, detalla Rustad.

Estos episodios de frío extremo y tormentas de hielo no son muy comunes pero son desastrosos porque destruyen parte de la biomasa forestal. “Hay informes en la literatura científica que señalan que tendremos más eventos de formación de hielo en un clima cálido. Estamos trabajando para desarrollar modelos informáticos más sofisticados para predecir la cantidad de hielo que podríamos esperar en un mundo más cálido”, detalla Rustad.