¿Por qué no lanzamos nuestra basura al espacio?

Suena genial, ¿no? Pues en realidad es una idea terrible.

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

Cada año, producimos millones de toneladas de residuos. Así que, en un ejercicio de brillantez y lucidez, podríamos pensar en enviar todo al espacio.

O, mejor aún, los mandamos al Sol y dejamos que sea nuestra estrella la que haga el trabajo sucio de deshacerse de nuestros residuos. Suena genial, ¿no? Pues es una idea terrible.

¿Lanzar la basura al espacio? Sí, si te gusta la ruleta rusa

Vamos a imaginar que queremos lanzar todos los residuos que producimos. Así que, vamos a centrarnos específicamente en los más peligrosos: los residuos nucleares. Cuanto más lejos estén de nuestro planeta, mejor, ¿no?

El planteamiento es totalmente lógico, y hasta parece beneficioso si lo vemos desde un punto de vista práctico. Nos quitaríamos de encima uno de los residuos más peligrosos que creamos cada año, si bien los residuos nucleares suponen solo una pequeñísima porción del total que generamos cada año.

Concepto artístico de un cohete despegando. Crédito: SpaceX

Pero hay unos cuantos problemas… ¿A dónde lo lanzamos? Podríamos optar por la órbita baja de la Tierra. La Estación Espacial Internacional se encuentra a poco más de 400 kilómetros de altura. Pero, a esa distancia, sin un motor que mantenga nuestros residuos en órbita, no tardarán mucho en regresar a la atmósfera.

Las estrellas fugaces son preciosas. Espectaculares bolas de fuego provocadas por material (partículas pequeñísimas) en desintegración en nuestra atmósfera. Pero, ¿pensaríamos lo mismo cuando esas estrellas fugaces fuesen nucleares? Seguramente, ver cómo se desintegra un barril de restos de uranio en la atmósfera no sería muy romántico.

Imaginémonos la previsión del tiempo: «Nuboso con posibilidades de lluvia radioactiva en media Europa. En la otra media, con cielos despejados, podrán volver a disfrutar de un maravilloso espectáculo con las estrellas fugaces producidas por los residuos nucleares. Algo que se repetirá mañana, y pasado mañana, y al otro…». Probablemente, esto sirve para ver que no es tan buena idea, ¿no? Eso sin hablar de la basura espacial ya presente.

Lanzar la basura espacial muy lejos de la Tierra, ¿con qué dinero?

La órbita baja no nos va a servir. ¿Qué otras opciones tenemos? Podríamos optar por la órbita geoestacionaria, a más de 30 000 kilómetros de distancia, allá donde están los satélites geoestacionarios. Allí, los residuos tardarían muchísimo más tiempo en regresar a la atmósfera de la Tierra.

Quizá incluso el tiempo suficiente para que, en el caso de los residuos nucleares, su material ya no fuese peligroso al regresar. Solo hay un problema: los lanzamientos al espacio no son precisamente baratos. Y, además, suelen cobrar por kilo de carga.

Cada año habría que lanzar miles de toneladas al espacio (y eso si solo nos ceñimos a los residuos nucleares, como lo incluyamos todo, nos vamos a los millones de toneladas).

Como negocio, para las empresas aeroespaciales seguramente sea atractivo. No siempre se puede ingresar billones de dólares al año haciendo algo peligroso y mortífero para toda la humanidad. Porque, por si se nos ha olvidado, los cohetes no son infalibles. Como cualquier tecnología, pueden fallar. Y un fallo lanzando residuos nucleares sería terrible.

Bastaría que un cohete explotase en la plataforma (y al tener que realizar multitud de lanzamientos cada año, del orden de los centenares a los millones, según las toneladas a lanzar), podemos estar seguros de que los fallos sucederían.

Nada como un cohete explotando en la plataforma de lanzamiento, y esparciendo residuos nucleares por medio país, para que la población arda en deseos de expresar lo muy de acuerdo (no) que están con la brillante idea de lanzar residuos al espacio. Pero… ¿qué nos queda? ¿tenemos que resignarnos?

Lanzar los residuos nucleares al Sol

Pero imaginemos que, colectivamente, nos volvemos locos y decidimos que unas cuantas decenas de explosiones de cohetes al año, y todos los residuos nucleares repartidos por el planeta, en consecuencia, no van a hacer daño a nadie y que es buena idea lanzarlo todo. Pero no al espacio, sino al Sol.

A ese orbe gigantesco de plasma, a una temperatura infernal, para que nuestros residuos no tengan que preocuparnos nunca más. Claro, siempre que no exploten en la plataforma de lanzamiento, o durante el propio trayecto al espacio.

Puesta de sol en Ibiza

Por extraño que pueda parecer, es mucho más fácil alejarse del Sistema Solar que viajar hacia el Sol. Por un lado, necesitamos alcanzar la velocidad de escape necesaria para huir de la atracción gravitatoria de la Tierra. Eso podemos hacerlo, se nos da muy bien.

Por otro, en el caso de abandonar el Sistema Solar, solo hace falta aumentar nuestra velocidad por encima de la atracción gravitacional del Sol en este punto del Sistema Solar (o sobrepasarla en algún otro punto más lejano). Pero ir en dirección contraria es mucho más complicado.

La Tierra se mueve en su órbita, alrededor del Sol, a una velocidad de unos 30 km/s. Como nuestro objetivo sería impactar directamente contra el Sol, habría que eliminar todo ese movimiento lateral y dejar que sea la gravedad de nuestra estrella la que lo atraiga todo.

El problema es que, para eliminar ese movimiento, hace falta más combustible para impulsar la nave en el espacio. Y si hace falta más combustible, quiere decir que tenemos menos capacidad de lanzamiento. Así que hace falta más lanzamientos. Más dinero y más riesgo…

Los residuos que producimos están bien donde están…

La maniobra para enviar nuestros residuos al Sol sería muy complicada. Podríamos optar por un camino intermedio y mucho más largo: lanzar los residuos hacia el exterior, donde la velocidad orbital (es decir, ese movimiento lateral respecto al Sol) es mucho menor, eliminar allí ese movimiento y dejar que el Sol haga su trabajo.

Pero seguimos teniendo el inconveniente del coste económico y todos los riesgos asociados. Así que, en busca de encontrar una gran solución para nuestros residuos, estaríamos creando un gran problema.

Concepto artístico de una colonia orbital. Crédito: NASA/Rick Guidice

Incluso con una tecnología mucho mejor que la que tenemos hoy en día, y con recursos económicos infinitos, seguiría siendo una misión muy peligrosa. Especialmente si hablamos de residuos tóxicos. Un solo fallo y todo se iría al traste.

Y, por muy avanzada que pueda ser nuestra tecnología, siempre se producen fallos. Eso podría tener consecuencias desastrosas. Así que, visto lo visto, será mejor que nos ciñamos a destruir y/o almacenar esos residuos en nuestro planeta, como venimos haciendo hasta ahora. Aunque eso nos deja una pregunta.

¿Cómo se deberían gestionar los residuos que se generen en el espacio? No hablamos de en un asentamiento en otro objeto celeste. Sino en una colonia orbital, una estación espacial que albergue a miles de seres humanos.

Habrá residuos que se podrán reutilizar, pero, con los peligrosos, ¿cuál será la mejor opción? Enviarlos al Sol no está en la mesa porque seguirá siendo muy difícil. Pero quizá almacenarlos bajo la superficie de algún asteroide pueda ser una solución. ¿Qué harán con esos residuos nuestros descendientes lejanos si un día llegan a tener colonias orbitales?

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