Oumuamua, el asteroide que podría ser una nave extraterrestre

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

A finales de 2017, se anunció el descubrimiento de Oumuamua, el primer objeto interestelar detectado en el Sistema Solar. Desde entonces, ha dado mucho que hablar, mientras los científicos se esforzaban en intentar comprender su origen. Ahora, un nuevo estudio sugiere que su naturaleza podría ser artificial.

De lo que no cabe ninguna duda es que Oumuamua es un objeto interestelar. Es decir, su origen no se encuentra en el Sistema Solar. Se formó en torno a alguna otra estrella y, después de miles (o millones) de años de viaje, llegó a este pequeño rincón de la galaxia. Antes de su descubrimiento, ya se sospechaba la existencia de los objetos interestelares. Era algo que se podía deducir por el efecto de las interacciones gravitatorias dentro de un sistema estelar.

Concepto artístico del asteroide Oumuamua.
Crédito: ESO/M. Kornmesser

Es más, cabe suponer que, sin duda alguna, hay objetos interestelares cuyo origen fue el Sistema Solar hace miles de millones de años. La observación de Oumuamua permitió, por tanto, confirmar algo que ya se sospechaba. También supuso una oportunidad magnífica de estudiar un objeto formado en otro entorno diferente al Sistema Solar. ¿Qué se podría obtener de una observación así? Lo primero y más interesante: su origen y su naturaleza.

Oumuamua es un objeto interestelar. Es decir, su origen no se encuentra en el Sistema Solar

Oumuamua fue descubierto cuando ya había pasado el punto más cercano de su órbita en relación al Sol. Ya estaba, por tanto, alejándose de nosotros. Esto impidió que pudiese ser visto con definición. Solo era un punto de luz. Aun así, se intentaron deducir algunas características. Se sugirió que Oumuamua podría ser un cometa, o un asteroide, procedente de otra estrella. Además, se había observado que su superficie tenía un tono rojizo, propio de los compuestos orgánicos.

Oumuamua era un objeto muy peculiar

Una de las primeras particularidades de Oumuamua es que su aspecto parece ser muy poco común. No tiene ningún parecido con los asteroides y cometas del Sistema Solar. Es cinco veces más largo que ancho y tarda entre 6 y 8 horas en completar una rotación sobre su eje. En ese tiempo, su brillo parece variar considerablemente. De estas observaciones, inicialmente, se dedujo que podría tratarse de un cometa inerte con un tamaño de 230 x 35 metros.

Trayectoria de Oumuamua a lo largo del tiempo.
Crédito: Wikimedia Commons/Tom Ruen

Sin embargo, a pesar de estar cerca del Sol, no se observó ningún comportamiento propio de un cometa. Cabría esperar que tuviese, por ejemplo, una cola de material. Así que se sugirió que quizá Oumuamua fuese un asteroide. O bien que podría tener características tanto de asteroides como de cometas. Hasta aquí, no habría mucho más que escribir sobre este objeto. Ya estaba alejándose y las observaciones solo serían, cada vez, más complicadas.

Pero recientemente se ha observado algo con lo que nadie contaba. A medida que se aleja de la inmensa gravedad del Sol, Oumuamua debería reducir su velocidad. Sin embargo, se ha detectado una aceleración en su movimiento. ¿Cómo es posible? ¿De qué forma podemos explicarlo? Los cometas, de nuevo, parecerían ser la respuesta más plausible. Se ha observado que aumentan su velocidad al alejarse porque parte de su material se evapora…

A medida que se aleja de la inmensa gravedad del Sol, Oumuamua debería reducir su velocidad. Sin embargo, se ha detectado una aceleración en su movimiento

Sin señales de evaporación de material

Sin embargo, si esa fuese la explicación, Oumuamua debería haber mostrado el comportamiento de un cometa cuando estaba mucho más cerca del Sol. Por tanto, no parece la explicación más probable. ¿Qué alternativa nos queda? Aquí es donde entra el estudio publicado por Abraham Loeb y Shmuel Bialy, en el que proponen un concepto tan radical como intrigante. Hay otro mecanismo que podría permitir explicar que Oumuamua haya acelerado.

Imagen de Oumuamua captada por el telescopio Gemini South.
Crédito: Gemini Observatory / AURA / NSF.

Es lo que conocemos como la presión de radiación, ejercida por los fotones procedentes del Sol. El mayor inconveniente, sin embargo, es que para que esto pueda suceder, es imprescindible que estemos ante un objeto extremadamente pequeño. Las estimaciones de los investigadores indican que debería tener un grosor de entre 0,3 y 0,9 milímetros. Si fuese más grande, la presión de la radiación no tendría un efecto apreciable. Pero, ¿podría un objeto tan pequeño viajar entre estrellas?

El medio interestelar, el espacio entre estrellas, no está completamente vacío. En él podemos encontrar pequeñas partículas, aunque muy dispersas. A pesar de que parecería un objeto extremadamente fino, lo cierto es que los cálculos de ambos investigadores demuestran que podría sobrevivir al viaje entre estrellas. No solo eso, Oumuamua podría recorrer grandes distancias en la galaxia, antes de que los impactos con esos granos le hiciesen perder una parte importante de su masa.

¿Qué podría explicar que Oumuamua fuese tan fino?

Pero, un momento, ¿cómo es posible que pasemos de estimar que tenía 230 x 35 metros a un espesor de menos de 1 milímetro? La respuesta está, precisamente, en la falta de datos. Al no haber una gran cantidad de información, muchos aspectos se deducen en base a lo que sí se puede determinar. Por ejemplo, como debe ser un asteroide, porque no se comporta como un cometa, es posible que su superficie no refleje mucha luz del sol.

Imagen del cometa ISON, observado por el telescopio Hubble.
Crédito: NASA

Sin embargo, si resultase ser una superficie extremadamente reflectante, obtenemos que podría ser un objeto muchísimo más pequeño y aun así podríamos seguir detectándolo. Por ello, la estimación del tamaño no es realmente importante. En este caso, el punto de vista de los investigadores es diferente. Parten de la base de que la aceleración solo puede deberse a la presión de la radiación del Sol. Para que eso sea posible, el objeto no puede superar unos parámetros máximos.

Y, una vez llegados a esa conclusión, se realizan los cálculos que permiten entender si la suposición es válida. Por sorprendente que pueda parecer, los cálculos apoyan la idea de los investigadores. Oumuamua podría ser un objeto extremadamente fino que haya sido capaz de sobrevivir al viaje interestelar. Su origen podría ser tan lejano como 32.000 años-luz. Por ponerlo en perspectiva, el Sistema Solar está a 25.000 años-luz del centro de la Vía Láctea.

¿Una posible nave extraterrestre?

Esto, a su vez, nos lleva a otra pregunta. ¿Cómo se originó Oumuamua? ¿De dónde puede surgir un objeto tan extremadamente fino? La respuesta es que hay algunas opciones naturales que parecen muy plausibles. Por un lado, podría proceder del material en el disco protoplanetario de una estrella joven. Esos discos, de los que se forman los planetas con el paso del tiempo, están repletos de material de muy diferentes tamaños.

Concepto artístico de IKAROS, una vela solar de la agencia espacial japonesa JAXA.
Crédito: Wikimedia Commons/Andrzej Mirecki

Otra posibilidad es que sea una acumulación de material formada en el medio interestelar. En este caso, no está tan claro cuál sería el mecanismo exacto de formación, pero sería definitivamente posible. Pero, del mismo modo, también cabe la posibilidad de que su origen sea artificial. Es una posibilidad ciertamente exótica. No debemos olvidar que, por ahora, no hemos encontrado vida más allá de la Tierra. En este caso, sería vida extraterrestre y avanzada…

Porque en nuestra propia historia tenemos un ejemplo de nave espacial así de pequeña y fina: una vela solar. IKAROS, lanzada por la agencia espacial JAXA (de Japón) en 2010, es un ejemplo de nave de este estilo. Hay otro que, esperamos, pueda suceder en el futuro. La iniciativa Breakthrough Starshot quiere enviar naves a Alfa Centauri, el sistema estelar más cercano al Sol en las próximas décadas. Las pequeñas sondas que investigarán el sistema, si todo sale bien, serán, precisamente, velas solares.

¿Es una idea descabellada?

En este punto, hay dos consideraciones más que realizan Loeb y Bialy. Si suponemos que su origen fuese artificial, Oumuamua podría ser un artefacto, un vestigio, de una vieja civilización extraterrestre. Probablemente, la vela solar ya no estaría operativa. De hecho, a finales del año pasado, se la estudió en busca de posibles señales de radio y no se detectó nada fuera de lo normal. Por otro lado, podría ser una sonda completamente operativa que fuese enviada al Sistema Solar de manera intencionada.

Concepto artístico de Oumuamua alejándose del Sistema Solar.
Crédito: NASA/ESA/STSc

No es que los investigadores se hayan vuelto locos. La trayectoria de Oumuamua, casi perpendicular al plano del Sistema Solar, es poco frecuente. Si suponemos que su trayectoria es puro fruto del azar, la implicación es que debería haber millones, o incluso miles de millones, de estos objetos en el medio interestelar. Eso plantea dudas porque estaríamos ante una cifra de objetos extremadamente elevada frente a lo que cabría esperar.

Oumuamua podría ser un artefacto, un vestigio, de una vieja civilización extraterrestre

Pero, si su trayectoria fuese completamente intencionada, entonces no sería un factor a tener en cuenta. Esto nos deja con un último detalle. Su superficie parecía ser rojiza, algo que indica la presencia de compuestos orgánicos. Algo que, a su vez, es característico de los cometas. La explicación a este punto, si fuese de origen artificial, podría ser que, simplemente, su superficie quedó recubierta de este material a medida que viajaba por el espacio interestelar.

Entonces… ¿origen natural o artificial?

Hay que tener muy presente que los investigadores consideran, en su estudio, que el origen artificial es una posibilidad exótica. Como mencionaba anteriormente, no sabemos si hay vida en otros lugares de la galaxia. Que Oumuamua fuese de origen artificial implicaría descubrir, a la vez, la existencia de vida en otros lugares, que es inteligente y que sería más avanzada que la nuestra (cuánto exactamente sería algo más difícil de cuantificar).

Concepto artístico de una vela solar.
Crédito: M. Weiss/CfA

El origen natural es la opción más probable, simplemente porque sabemos que hay mecanismos que podrían provocar que objetos como Oumuamua puedan tener unas dimensiones similares. Por desgracia, Oumuamua se aleja del Sistema Solar y las observaciones son cada vez más difíciles. La única posibilidad que queda ahora, como dicen los propios investigadores, es que descubramos otros objetos similares en el futuro. Es un escenario que parece muy probable.

Porque en los próximos años entrarán en funcionamiento mejores instrumentos. Con telescopios más potentes, el examen (y detección) de objetos similares a Oumuamua será mucho más sencilla. En cualquier caso, sin importar si su origen es natural o artificial, Loeb y Bialy invitan a la comunidad científica a realizar búsquedas de señales de radio de posibles artefactos extraterrestres en el Sistema Solar. Tarde o temprano, de eso no cabe ninguna duda, descubriremos si estamos solos (o no) en el universo…

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