Olas de calor con polvo del Sáhara: ¿Por qué llegan a España?

Cada año más de 180 millones de toneladas de polvo sahariano son desplazadas hacia el Atlántico.

Jorge Robles

Jorge Robles

Si pasas el verano en España es relativamente fácil que puedas “disfrutar” de alguna ola de pegajoso y suculento calor, y si además escuchas titulares del tipo “ola de calor africana o sahariana”, no tienes precisamente sudor frío, sino del otro.

Pero ¿es tan malo el Sáhara? Tras leer esto lo entenderás.

No descubrimos nada nuevo si empiezo diciendo que el Sáhara es muy grande. Si tenemos en cuenta los números hay que decir que ocupa algo más de 9 millones de kilómetros cuadrados.

Pensando en países solo EEUU o China aguantan la comparación. Y si lo que nos gusta de verdad son los rankings, el Sáhara que es el desierto cálido más grande del mundo, ya que, aunque no tengan mucha arena ni camellos, la Antártida y el Ártico también son desiertos.

Pero, ¿qué es lo que tiene el desierto? Sobre todo arena, mucha arena. Tanta que se calcula que cada año entre 180 y 200 millones de toneladas de polvo (finas partículas de esa arena) del Sáhara son desplazadas por el viento hacia el Atlántico.

En Canarias se conoce bien el fenómeno de la calima, ya que se sufren varios episodios importantes cada año. Incluso, en la Península y en Baleares, es un fenómeno que nos alcanza con cierta frecuencia, todos hemos padecido alguna lluvia de barro.

Pero lo más habitual es que el viento sople del Sáhara hacia el Atlántico y que cabalgando a lomos de los alisios (vientos del noreste) puedan viajar a miles de kilómetros de distancia.

El meteo-truco con el que aguanta el polvo tanto tiempo suspendido es casi simple: el aire sahariano es seco y cálido y en el choque con el aire atlántico, mucho más frío y húmedo (más “pesado”), termina elevándose por encima de él.

Como la temperatura de la masa sahariana es mayor se genera una inversión térmica que impide cualquier convección de origen marino, es decir, las nubes no pueden crecer por encima de esta capa. Así sí se mantienen las condiciones adecuadas el polvo del Sáhara puede alcanzar lugares tan remotos como el Amazonas.

Cada año más de 180 millones de toneladas de polvo sahariano son desplazadas hacia el Atlántico

Se estima que cada año más de 180 millones de toneladas de polvo sahariano son desplazadas hacia el Atlántico y que casi 28 millones de estas mismas toneladas son precipitadas en la cuenca del Amazonas.

Se calcula que de este modo se reponen anualmente unas 22.000 toneladas de fósforo en esta cuenca, y utilizo el verbo reponer porque una cantidad muy similar se pierde anualmente debido a lluvias e inundaciones.

Así, el muchas veces poco valorado Sáhara es fundamental en la fertilización del más grande de los pulmones de nuestro planeta.

¿Cómo nos influye lo que ocurre en el Sahel?

Bueno, en realidad no todo es tan meticuloso y exacto. Realmente esta cantidad de polvo sahariano inyectado a la atmósfera varía mucho cada año. Resulta muy determinante todo lo que sucede en el Sahel, ese cinturón de sabana semiárida tropical que limita el sur de este grandioso desierto y que abarca desde el Sur de Mauritania y Norte de Senegal hasta Eritera, cruzando buena parte de Mali, Niger, Chad y Sudan.

Cuanta más precipitación se recoge en esta zona menos polvo llegará al Atlántico, mientras que en un año seco el transporte transoceánico será mayor.

Y volviendo al tema del fósforo, sabemos que buena parte de este elemento procede de la depresión de Bodele (Chad), una zona cubierta hace mucho tiempo por un lago donde se acumula gran cantidad de fósfor. En los años setenta este lago tenía unas dimensiones similares a lago Eire, hoy ocupa apenas un 5% de esa extensión y probablemente sea uno de los lugares más polvorientos del mundo.

Además, la depresión de Bodele es una zona muy rica en hierro. Otro elemento fundamental en el polvo sahariano que viaja por el Atlántico. La presencia de hierro es imprescindible como nutriente para el fitoplacton marino y resulta que algunas algas microscópicas son muy eficientes reteniendo CO2 en su fotosíntesis.

Esto convierte al fitoplacton en un eficaz regulador del contenido del CO2 en la atmósfera o, lo que es lo mismo, en un catalizador de la temperatura del planeta, así a una mayor concentración de fitoplacton teóricamente debe de corresponder una disminución del calentamiento global.

Los efectos del polvo suspendido en la atmósfera

Si pensamos en los efectos de tanto polvo suspendido en la atmósfera nos encontramos con cosas bastante curiosas.

En primer lugar, la simple presencia de ese polvo refleja parte de la radiación solar y contribuye a un enfriamiento general. Además, impide que esta radiación llegue a los océanos y que estos se calienten un poquito menos.

Por otro lado, las pequeñas partículas de polvo actúan como núcleos de condensación que favorecen la presencia de mayor nubosidad, reflejándose aún más radiación.

Aunque no está nada claro que favorezca una mayor cantidad de lluvia, ya que estos núcleos generan gotitas muy pequeñas y bajo determinadas condiciones se evaporan con facilidad y son poco efectivos.

También se sabe que las presencias de pequeñas partículas en el aire tienden a suprimir vientos y que la presencia de una masa cargada de polvo africano impide el desarrollo normal de los ciclones tropicales.

Lo que le debemos al Sáhara

En resumen, gracias al Sáhara se fertiliza el Amazonas y seguramente se está contribuyendo a mitigar el calentamiento global. Aunque las cuestiones sobre el cambio del clima son de todo menos lineales y sencillas.

Una hipotética ecuación que rigiese el clima tendría muchos factores y acumularía demasiadas retroalimentaciones positivas y negativas. Sí todo resultase tan sencillo como contrarrestar el calentamiento global simplemente inyectando a la atmósfera enormes cantidades de arena o polvo del Sáhara, probablemente uno de los materiales más baratos que podamos encontrar, ya lo habríamos solucionado hace tiempo.