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Albedo terrestre

Según el IPCC, el albedo es «la fracción de radiación solar reflejada por una superficie u objeto, frecuentemente expresada en términos porcentuales». El albedo de los suelos puede adoptar valores altos, como en las superficies cubiertas de nieve, o bajos, como en las superficies cubiertas de vegetación y los océanos.

El albedo de la Tierra varía principalmente en función de la nubosidad, de la cobertura de nieve, del hielo, de la cobertura vegetal y de aspectos relacionados con el uso del suelo.

El albedo medio de la Tierra (superficie y atmósfera) es de alrededor de 0,3. Esto implica que el 30% de la radiación solar que incide en la Tierra y la atmósfera se refleja y por tanto no participa en el calentamiento terrestre.

La fracción de radiación solar reflejada por la atmósfera es del 23%, mientras que la contribución de la superficie terrestre es del 7%.

Gran parte del 70% restante es absorbido por la superficie de la Tierra, en torno al 47%, mientras que un 23% es absorbido por la atmósfera.

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Fuente imagen: Adobe Stock

Albedo, calentamiento global y cambio climático

El albedo terrestre tiene una gran influencia sobre el aumento de las temperaturas, ya que su variación puede suponer el desequilibrio radiativo global. Es, por tanto, uno de los factores que determina el calentamiento global. La relación es simple: con menor albedo, más radiación solar es absorbida por el planeta, lo que supone un aumento de la temperatura.

Esta fracción de radiación solar depende, principalmente, del ángulo de incidencia de la radiación incidente. También del color y otras propiedades de la superficie sobre la que incide la radiación.

La atmósfera tiene la mayor contribución al albedo terrestre. Las nubes tenues tienen un albedo del 30-50% y las nubes densas de hasta el 90%. Por tanto, una disminución de la cobertura nubosa supondría una reducción del albedo terrestre muy significativa.

Por otra parte, las superficies cubiertas de hielo o nieve son las que mayor albedo tienen, es decir, reflejan mucho más la radiación que otras. Ante un escenario de cambio climático con calentamiento, la superficie cubierta por el hielo y la nieve se ve reducida.

Esto supone una disminución del albedo planetario, aumentando por el contrario la radiación solar absorbida y la temperatura media global.

¿Qué superficies tienen mayor albedo?

Las modificaciones de la cubierta terrestre y del uso del suelo pueden afectar al albedo de la superficie, a la evapotranspiración, a las fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero o a otras propiedades del sistema climático. Por consiguiente, pueden suponer un forzamiento radiativo que afecte al clima a nivel local o global.

Según la superficie, varía mucho. La nieve tiene un albedo de entre un 0,8 y 0,9. La arena un 0,25-0,3. Los bosques entre un 0,05 y 0,2. Los océanos tienen uno similar. Pero con gran variabilidad entre las distintas regiones del globo, ya que depende en gran medida de la inclinación de la radiación incidente.

Las superficies cubiertas de nieve fresca, como hemos apuntado, son muy reflectantes y tienen más que otras. Con el aumento de las temperaturas, la extensión de nieve y hielo podrá verse reducida.

Dicha situación supone un descenso en el valor del albedo terrestre, mayor absorción de radiación solar y, por tanto, mayor calentamiento terrestre, es lo que se conoce como un proceso de retroalimentación positiva.

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Posibles soluciones

Una pequeña variación en el albedo, tiene un impacto en la absorción de radiación de la Tierra. De este modo, resulta una tentación la utilización de métodos de geoingeniería para poder aumentar el albedo terrestre y con ello mitigar el cambio climático.

La siembra de nubes sería una de las posibles soluciones para aumentar el albedo global, ya que presentan una gran cantidad y reflejan la mayor parte de la radiación solar incidente.

Esta teoría de la siembra de nubes pretende aumentar la concentración de gotitas de agua que forman las nubes, para que reflejen aún más radiación.

El efecto buscado sería la reducción local de la temperatura superficial de aquellas zonas donde se haga esta siembra. La idea sería adecuada para zonas especialmente vulnerables al calentamiento global, como por ejemplo las regiones polares.