Los aniversarios más trágicos de la NASA se dan esta semana

En estas fechas, en diferentes años, se concentran tres de los peores accidentes a los que la NASA tuvo que hacer frente en su momento.

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

Desde el punto de vista histórico, estamos ante una semana negra para la NASA. En estas fechas, en diferentes años, se concentran tres de los peores accidentes a los que la popular agencia espacial norteamericana tuvo que hacer frente en su momento. Hacemos un repaso.

La tragedia de Apolo 1

La primera de ellas sucedió en 1967. Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee tenían como objetivo realizar la primera misión tripulada del módulo de mando, llevándolo a la órbita de la Tierra. Era la misión AS-204, y serviría para comprobar cómo funcionaba el sistema formado por el módulo de mando Apolo y los cohetes Saturno.

Sin embargo, ese vuelo, previsto para el 21 de febrero de 1967, nunca llegó a tener lugar. El 27 de enero, durante lo que debía ser una comprobación rutinaria, tuvo lugar uno de los accidentes más trágicos de la exploración espacial.

La tripulación de la misión Apollo 1. De izquierda a derecha, Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee. Crédito: NASA

Se trataba, simplemente, de una simulación en la plataforma de lanzamiento. Se buscaba entender si el módulo funcionaría correctamente, cuando estuviese en el espacio, utilizando únicamente su propia energía.

Era esencial para que el vuelo de febrero se realizase y se consideró que no era peligroso, porque no habría combustible en la prueba. Sin embargo, una mezcla de oxígeno puro en la cabina (condiciones en las que estaría en el espacio) y cables dañados hicieron que comenzase un incendio en el interior de la nave.

Los astronautas no tuvieron oportunidad de escapar. La misión terminó de la peor manera posible. Grissom, White y Chaffee fallecieron por paro cardíaco, antes de que sufriesen las peores quemaduras. Supuso un varapalo para el naciente programa Apolo.

Provocó que se cambiase la mezcla de aire en la cabina, de oxígeno puro a nitrógeno y oxígeno, entre muchas otras medidas. Fueron las viudas de los astronautas quienes solicitaron a la NASA que su misión fuese conocida como Apolo 1, algo a lo que se accedió en abril de aquel mismo año.

El desastre del Challenger

En 1986, en un entorno ya muy diferente, con el programa Apolo siendo un recuerdo cada vez más lejano, la NASA volvió a enfrentarse a una tragedia. El 28 de enero, la misión STS-51-L, del transbordador espacial Challenger, debía partir con tres grandes objetivos. Por un lado, desplegar un satélite en la órbita de la Tierra.

Por otro, llevar un instrumento con el que podrían observar durante seis días al cometa Halley. Y, también, el inicio del programa Teacher in Space, que enviaría profesores al espacio y regresarían para enseñar sus experiencias.

La tripulación de la última misión del transbordador Challenger, de izquierda a derecha y de arriba a abajo: Ellison Onizuka, Christa McAuliffe, Greg Jarvis, Judy Resnik, Mike Smith, Dick Scobee y Ron McNair. Crédito: NASA

Debía ser, se mirase por donde se mirase, una misión relativamente rutinaria. Solo destacaba el arranque del programa Teacher in Space, que buscaba servir de inspiración a millones de estudiantes en todo Estados Unidos.

Entre la tripulación estaba Christa McAuliffe, la primera profesora que viajaría al espacio. Pero la nave no llegó a alcanzar el espacio. Fue la primera ocasión en la que EE. UU. no lo lograba tras el despegue de una nave. Muchas escuelas, a lo largo del país, mostraron el lanzamiento en directo. La noticia no tardó en extenderse.

El accidente provocó que el programa del transbordador espacial fuese suspendido durante 32 meses. La investigación reveló un problema en las juntas de uno de los cohetes, así como una serie de irregularidades en la forma de actuar de la propia agencia.

No solo hubo que rediseñar diferentes aspectos de la nave, también provocó cambios en la forma de operar. Por ejemplo, planificando mejor las fechas de lanzamiento, que habían sido consideradas, en ocasiones anteriores, demasiado apresuradas y, en consecuencia, peligrosas.

El accidente del Columbia

Ya en el nuevo milenio, el 1 de febrero de 2003 se convirtió en otra fecha trágica para la agencia espacial norteamericana. La misión STS-107, del transbordador espacial Columbia entraba en la recta final. Habían pasado 15 días de su llegada al espacio, desde que se lanzase el 16 de enero.

Solo quedaba la reentrada en la atmósfera para poner punto final a la misión. Sin embargo, el transbordador se desintegró durante esa etapa, matando a toda la tripulación.

Despegue del transbordador Columbia. Crédito: NASA

Lo más angustioso, probablemente, fue saber que, en realidad, el daño ya se había causado en el lanzamiento. La nave había viajado hasta el espacio en unas condiciones que hacían muy difíciles que pudiese regresar con éxito.

Un fragmento de espuma, desprendido de uno de los tanques durante la fase de lanzamiento, dañó el ala izquierda, y la protección térmica, de forma crítica. No era la primera vez que sucedía, pero nunca había sido un daño tan grave. Hubo personal de la agencia que, al conocer las sospechas, rechazó investigarlo.

A fin de cuentas, entendían que, aunque hubiese realmente un daño crítico, la tripulación en órbita no podría hacer nada por arreglarlo. Aquello provocó que las misiones del transbordador espacial quedasen suspendidas durante 29 semanas.

Además de los consecuentes rediseños de la nave, y de cambios en el funcionamiento de la NASA, se decidió que en las misiones posteriores, salvo una de reparación al Hubble, el transbordador solo iría a la Estación Espacial Internacional. Así, en caso de daño crítico, la tripulación podría permanecer allí hasta ser rescatada.

Estas son, sin duda, las tres grandes tragedias de la exploración espacial en Occidente. Todas separadas por décadas de diferencia, pero apenas días en el calendario de un año natural. Cada una fue una lección para la NASA, pagando un precio extremadamente alto…