Las olas de un temporal pueden tener más fuerza que un tsunami

La fuerza de las olas durante una tormenta tiene la capacidad de mover rocas de más de 600 toneladas, más incluso que un tsunami.

Pablo Ramos

Pablo Ramos

La fuerza de las olas durante una tormenta tiene la capacidad de mover rocas de más de 600 toneladas, más incluso que un tsunami

El intenso que temporal que ha pasado por la costa de Cádiz y Huelva ha provocado importantes daños materiales y naturales demostrando una vez más la capacidad del mar. Un impacto de las olas que puede ejercer una fuerza superior incluso a la de un tsunami.

Así lo asegura un reciente estudio que ha evaluado las consecuencias de las tempestades que azotaron el litoral de Irlanda durante 2013 y 2014. En estos eventos, las olas fueron capaces de arrastrar rocas de hasta 620 toneladas decenas de metros al interior de la tierra y cientos de piedras de más de 100 toneladas causando estragos en la costa. Una fuerza que sería capaz de mover el peso de seis ballenas azules o cuatro viviendas unifamiliares.

«El efecto de las tormentas del invierno 2013-14 fue dramático y nos dimos cuenta de que esta era una oportunidad para medir la respuesta costera a eventos de tormenta muy grandes», indica Ronadh Cox, autor principal del estudio y miembro del departamento de Geociencias en el Williams College.

La energía de las olas y su capacidad para mover grandes rocas podía ser más fuerte que algunos tsunamis

El análisis realizado por los expertos mostró que la energía de las olas y su capacidad para mover grandes rocas podía ser más fuerte que algunos tsunamis. «Estos datos serán útiles para los ingenieros y científicos costeros que trabajan en otros lugares. Ahora sabemos la capacidad de las olas de tormenta y tenemos mucha más información para que los responsables de las políticas puedan preparar a las comunidades costeras para el impacto de las tormentas de alta energía», recalca Cox.

Riesgos en la costa española

En el caso del litoral español, zonas como las costas gallegas del norte de la comunidad, existe un considerable peligro por la afectación del mar o por la propia estructura de los acantilados. “El riesgo de derrumbes o caídas es realmente grave y preocupante, por ejemplo, en la costa gallega que va desde Cedeira hasta Cariño. Los deslizamientos afectan a todo el acantilado que aquí llega a los 600 metros de altura”, detalla Juan Ramón Vidal Romaní, investigador del departamento de Física y Ciencias de la Tierra de la Universidad de A Coruña.

En el resto de la costa Cantábrica entre Foz y Hendaya existen algunos puntos localizados donde puede haber pequeños desprendimientos pero en general, salvo excepciones, localizadas “es una costa bastante estable”, explica el experto.

La playa de Las Catedrales ha perdido recientemente gran parte de su arena recientemente por causa del oleaje

Un claro ejemplo en esta costa son los acantilados rocosos de Las Catedrales en Lugo, en donde a pesar de que su estructura  tiene una gran estabilidad existen riesgos de desprendimiento de piedras. “El acantilado rocoso está afectado por unas fracturas verticales que periódicamente se abren y caen sobre la «playa». Las caídas están también «promocionadas» por algunas de las personas que caminan sobre el acantilado, transgrediendo las normas que prohíben caminar por la parte alta del acantilado”, señala Vidal Romaní.

Además, hay que recordar que esta “playa de Las Catedrales” ha perdido recientemente gran parte de su arena recientemente por causa del oleaje.

Una fuerza impredecible

Además Vidal Romaní recuerda que la energía del océano es muy difícil de controlar. “El mar tiene una fuerza impredecible y que es capaz de mover grandes bloques de roca que a lo mejor, erróneamente, atribuiríamos a un tsunami”, describe el experto.

Pero la poderosa energía del agua no solo está en el mar. El caudal de un río puede superar incluso la fuerza de un maremoto. “Los tsunamis son más escandalosos pero no son los únicos ni los más potentes”, detalla Vidal Romaní.  “Aunque no se lo parezca los flujos densos que se producen en los ríos son más potentes incluso que los tsunamis pues lo que se mueve no es agua (como en el mar) sino agua con gran cantidad de materiales finos en suspensión y ese flujo denso es capaz de mover grandes pesos y grandes volúmenes”, explica.

Una situación similar que ocurre también en el caso de los glaciares que tienen una capacidad “ilimitada de mover bloques de grandes tamaños y de grandes pesos”, detalla Vidal Romaní.