La sonda Cassini se desintegra en la atmósfera de Saturno

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

La misión de la sonda Cassini ha llegado a su fin. Después de más de una década alrededor del sistema de Saturno, la nave de la NASA, casi sin combustible, se ha desintegrado en la atmósfera del planeta. Es el broche de oro a una misión que nos ha dejado imágenes para el recuerdo, y que todavía tiene mucho por decir.

El fin de la sonda Cassini

Hacía ya meses que conocíamos el desenlace de Cassini. La nave se adentraría en la atmósfera de Saturno, desintegrándose en cuestión de minutos. Pero ese fatídico descenso no sería en vano. Por un lado, nos permite recoger valiosos datos sobre la atmósfera de Saturno. Nos ayuda a comprender mejor sus características y su formación. Por otro, nos permite poner fin a la sonda sin que sus restos contaminen alguna de las lunas de Saturno.

La pérdida de señal estaba prevista para la 13:55:00 (hora peninsular española). Pero ha durado 46 segundos más de lo esperado. Parece una anécdota, pero es un testimonio de la robustez de la sonda. Durante esos últimos momentos, sus motores han mantenido la antena apuntando hacia la Tierra, enviando los datos recogidos por sus 8 instrumentos, que han estado operativos hasta el final. Tras la pérdida de señal, 30 segundos después, la nave se ha desintegrado en la atmósfera.

Pero, en realidad, el final de la sonda se había producido mucho antes. Exactamente, a las 12:32 (hora peninsular), Cassini se desintegró en Saturno. Tuvimos que esperar 1 hora y 23 minutos para que sus datos recorriesen los 1.500 millones de kilómetros que nos separan de allí. Pero la misión no acaba aquí. La sonda Cassini ya es parte de la brillante (y breve) historia espacial de la humanidad, pero el análisis de sus últimos datos durará años.

Una fuente de conocimiento interminable

Casi todo lo que conocemos de Saturno viene de la sonda Cassini. Sus descubrimientos parecen casi innumerables y nos ha dejado un legado con un mensaje alto y claro: tenemos que volver. Porque tenemos muchos motivos para ello. Por ejemplo, gracias a Cassini creemos que Encélado podría tener las condiciones necesarias para albergar vida. Sus géiseres nos han dado motivos para pensar en que podríamos encontrar vida en nuestro propio Sistema Solar. Pero solo lo descubriremos si volvemos.

Lo mismo sucede con Titán. Gracias a Huygens, una pequeña nave que acompañó a la sonda Cassini en su lanzamiento, hemos llegado a ver su superficie. Sucedió en 2005, cuando la nave descendió hasta la superficie del satélite. Es, de hecho, el objeto celeste más distante en el que hemos logrado aterrizar una nave. Por si no fuese suficiente, a Titán no le faltan méritos para ser intrigante: podría albergar vida y, si fuese así, estaría basada en metano y no en oxígeno.

Por si no fuese suficiente, la sonda Cassini nos permitió estudiar los anillos de Saturno. Nos enseñó imágenes de las lunas que orbitan entre las franjas de sus anillos (las llamadas lunas pastoras, como Pan). También nos descubrió satélites intrigantes. Como Jápeto, conocido por su extraño aspecto. Con dos hemisferios que presentan colores completamente opuestos, y que hoy en día sabemos se debe al efecto del material, procedente de otras lunas, que cae en su superficie.

Un legado que va más allá de lo científico

La sonda Cassini fue lanzada en octubre de 1997. Tras siete años de viaje, llegó a la órbita de Saturno en 2004. En estos años, 260 científicos de 17 países, y cientos de ingenieros, han trabajado en la misión. El esfuerzo humano detrás de la misión es encomiable. No solo ha participado la NASA, también otras organizaciones como la Agencia Espacial Europea y diferentes instituciones académicas.

Pero los méritos de Cassini no son simplemente científicos. Sus datos nos han abierto las puertas de Saturno y sus lunas. Un sistema que apenas conocíamos y ahora parece casi de la familia. Esos logros son el resultado de lo qué puede hacer el ser humano. En estos tiempos, en los que parece que vivimos de sobresalto en sobresalto, ya sea por cuestiones políticas o, tristemente, por terrorismo, nos recuerda que somos capaces de lo peor, sí, pero también de lo mejor.

La misión de Cassini ha terminado. Pero, como decía la NASA en uno de sus tweets de despedida, ahora depende de nosotros. La exploración de Saturno seguirá adelante. La del Sistema Solar también, pero sobretodo, seguirá adelante ese viaje para descubrirnos a nosotros mismos, que comenzaron nuestros ancestros hace miles de años. La astronomía, con eventos como el de este viernes 15 de septiembre de 2017, nos recuerda que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. Somos hijos e hijas del cosmos. Es nuestro deber comprenderlo y comprendernos a nosotros mismos mejor. No solo por la ciencia, también para crecer como individuos y sociedad.

Hasta siempre, Cassini.