En la piel de los ‘guardianes’ de las montañas

Ponte en la piel de los agentes que velan por la seguridad en las montañas. ¿Cómo es su día a día? Te lo contamos.

Cristina Herrera

Cristina Herrera

  • Se llaman la «policía de la naturaleza» y velan por la seguridad de nuestros montes
  • Pasamos un día con tres agentes forestales expertos en situaciones extremas de alta montaña

VÍDEO: EN LA PIEL DE LOS GUARDIANES DE LAS MONTAÑAS


*Vídeo realizado por Cristian Sierra

Pasar un día con ellos es como vivir desde dentro un episodio de Desafío extremo, pero sin trampa ni cartón. Sin adornos ni colorantes. A 2.400 metros de altitud, con los montes totalmente nevados, el frío se te mete en los huesos y los oídos empiezan a pitar. Pero nadie como ellos conoce el frío y la montaña. Son Iván, Juan Ramón, Javier… Agentes forestales o «la policía de la naturaleza», como a ellos mismos les gusta llamarse.

Detrás de esos individuos -hombres, pero también mujeres- perfectamente uniformados que se dejan ver por las montañas, se esconden profesionales con un profundo amor por la naturaleza. Personas capaces de poner en riesgo su vida y pasar todo tipo de calamidades climatológicas por velar por la salud de la montaña. Su montaña.

Iván, Juan Ramón y Javier forman parte de la Brigada de Agentes de Alta Montaña de la Comunidad de Madrid, especialistas en situaciones extremas de alta montaña. Son capaces de predecir un alud de nieve o prevenir desprendimientos letales, pero también de encontrar a senderistas perdidos durante horas o repoblar especiales animales amenazadas.

Su labor es fundamental para la biodiversidad y la seguridad en nuestras montañas. Aunque sean pocos quienes la conozcan. «Somos un colectivo escondido, que nos metemos por los bosques de toda España los 365 días del año», destaca Iván Rodríguez García, jefe de comarca de Oteruelo del Valle, que lleva más de 18 años cuidado de las montañas del Puerto de Cotos.

Y, aunque les cueste reconocerlo y las medidas de protección sean rigurosas, se juegan el tipo en cada cruzada. «Aguantamos días con mucho agua, frío, ventiscas… Pero lo que más nos afecta es cuando tenemos enfrente un accidente humano», destaca Iván.

Mientras sube por las cumbres nevadas de la montaña, a la memoria de Iván viene el rostro de unos taiwaneses que encontraron tras muchas horas perdidos en la Hoya de Pepe Hernando, en uno de esos días en los que la ventisca hace estragos.

Pero también estará siempre en su recuerdo la imagen de un profesor de universidad que se cayó por una cascada y al que encontró en shock hipotérmico, tras más de 48 horas de búsqueda. «Si lee esto, se acordará que casi no lo cuenta», recuerda con una media sonrisa Iván.

Afectados por la meteorología

El frío, la nieve o el viento puede convertirse en el enemigo más fuerte de estos centinelas de los montes. «Una profesión en la que vivimos pendiente de la meteorología», destaca Iván. Pero no sólo a ellos les afecta, sino también a los miles de turistas y aficionados que se lanzan a la montaña. «Aquí es raro un fin de semana en el que no ocurra nada. Pérdidas, accidentes, caídas…», informan los forestales.

Conocen el terreno como la palma de su mano y se mueven como pez por el agua. Nadie podría pensar que a sus espaldas llevan más de 10 kilos de equipo. Todo lo necesario para hacer de lo difícil algo sencillo. Porque son profesionales, de eso no cabe duda.  En su trabajo nada es improvisado, un paso en falso y se acabó todo. «Jamás salimos nunca a las bravas. Somos un equipo pero trabajamos como uno solo», destaca Iván.

Atesoran en su experiencia cientos de anécdotas que, a pesar de la crudeza, no cambiarían por nada. «Cuando una persona está mal y por fin la encuentras en la montaña es algo que no se puede explicar. Cuando consigues llegar y ves que está viva, no hay palabras«, comentan entre ellos.

«Que qué es lo más gratificante de todo esto?», repregunta Iván. Y su respuesta es rápida: «Esto es vocacional. La gente que entramos en este oficio nos gusta la naturaleza y queremos contribuir poniendo nuestro grano de arena para protegerla. Aguantamos lo que haya que aguantar. El resultado siempre va a ser positivo».

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