El cometa ATLAS: la historia de lo que pudo ser y no fue

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

El cometa ATLAS ha sido, durante unas semanas, un cometa que ha tenido en suspense al mundo de la astronomía. Tras su descubrimiento inicial, y la evolución de su brillo, había muchos motivos para pensar que podíamos estar ante un gran cometa. Sin embargo, su evolución ha sido completamente diferente…

Un cometa que pudo ser extremadamente brillante

El cometa ATLAS se detectó a finales de 2019, cuando todavía estaba acercándose al Sol. Tras las primeras observaciones, se pudo observar que su brillo aumentaba más rápido de lo que se esperaba. Ante ese comportamiento, las predicciones más optimistas auguraban que podíamos estar ante un gran cometa. Un objeto tan brillante que, quizá, tendríamos la oportunidad de observarlo incluso a plena luz del día. Eso sí, habría que esperar hasta finales de mayo, cuando estuviese mucho más cerca de nuestra estrella, para poder verlo.

Trayectoria del cometa ATLAS a lo largo del tiempo. Crédito: Tom Ruen

El nombre técnico del cometa es C/2019 Y4 (ATLAS). Recibe su nombre del sistema Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System, que lo detectó inicialmente. Si mantenía aquella progresión, en el mes de abril hubiese sido observable ya a simple vista. Con enorme dificultad, ya que necesitaríamos cielos libres de contaminación lumínica, pero observable sin ayuda de instrumentos, al fin y al cabo. En las mejores fechas, en la recta final de mayo, podría haber competido con alguno de los cometas más espectaculares que conocemos.

Al tratarse de un cometa que favorecería principalmente al hemisferio norte, no pasó mucho tiempo hasta que se establecieron los paralelismos con el cometa Hale Bopp. En 1997, fue fácilmente observable y reconocible durante varios meses. Llegó a convertirse en un objeto cotidiano de nuestro firmamento. En los últimos años, el hemisferio sur ha sido el grande beneficiado en cuanto a cometas espectaculares se refiere. Pero el comportamiento de ATLAS, como el de cualquier cometa, era una gran incógnita que había que resolver.

El comportamiento impredecible de un cometa

Hay pocas cosas que se pueden saber con certeza de un cometa. Prácticamente podríamos decir que tan solo su órbita y, quizá su tamaño. No es posible saber, con precisión, cuál será su brillo máximo en su órbita alrededor del Sol. Ni siquiera es posible saber, de hecho, si será capaz de mantenerse unido mientras se acerca a nuestra estrella. A fin de cuentas, no hay que olvidar que los cometas no son objetos especialmente robustos. Todo esto indicaba que había dos formas de interpretar el llamativo brillo del cometa ATLAS.

El cometa Hale-Bopp, observado en abril de 1997. Crédito: E. Kolmhofer, H. Raab; Johannes-Kepler-Observatory, Linz, Austria

Podía ser un indicativo del brillo máximo que podría alcanzar. Algo que implicaba que podría ser visible incluso a plena luz del día. Pero también podía ser una señal de un fin prematuro. ATLAS era muchísimo más brillante de lo que se esperaba. No fueron pocos los astrónomos que optaron por levantar la voz de alarma. Podíamos estar presenciando los últimos estertores de un cometa que no iba a ser capaz de aguantar su visita al interior del Sistema Solar. No sería la primera vez, ni será la última, en la que esto sucede.

Es muy habitual que los cometas se fragmenten, y desintegren, en su acercamiento hacia el Sol. El cometa ATLAS encajaba, también, en esa familia de cometas que pudieron ser espectaculares pero no lo fueron. Apenas unos días después de empezar a captar la atención de todo el mundo, su brillo comenzó a caer a un ritmo alarmante. Algo había sucedido en su estructura. El peor presagio (desde el punto de vista del espectáculo que nos esperaba en la Tierra) se había convertido en realidad. El cometa ATLAS se había fragmentado.

Un objeto interesante para su estudio

A mediados de abril, finalmente, se pudo observar que el cometa se había fragmentado. En imágenes del 20 y el 23 de abril, con la ayuda del telescopio Hubble, se pudo observar que el cometa ATLAS se ha roto en, aproximadamente, unos 30 fragmentos. Su brillo es muchísimo más bajo del que una vez fue y ya no será visible a simple vista. Pero su estudio será muy útil para entender, precisamente, qué es lo que provoca que muchos cometas sucumban a su visita al interior del Sistema Solar. Es algo que ya está en marcha.

Los restos del cometa ATLAS, observados por el telescopio Hubble. Crédito: Crédito: NASA, ESA, D. Jewitt (UCLA), Q. Ye (University of Maryland)

Hay que recordar que estos objetos pasan una gran parte del tiempo muy lejos de nuestra estrella. Al acercarse, contienen una gran cantidad de elementos volátiles que se evaporan. El producto es un objeto brillante, con una cola que suele ser espectacular, que recorre el firmamento. Si se trata de su primera visita al interior, es especialmente brillante porque tiene una gran cantidad de material volátil. Pero también es posible que, por su fragilidad, el propio proceso de evaporación de esos elementos produzca que el cometa se rompa.

Todo esto, sin embargo, no quiere decir que nos vayamos a quedar sin la posibilidad de que tengamos un cometa que observar en las próximas semanas. A finales de mayo, y en las primeras jornadas de junio, otro cometa, llamado C/2020 F8 (SWAN) (o cometa SWAN), mucho más modesto, podría ser visible durante las horas previas al amanecer. No será tan espectacular como ATLAS, ni favorece al hemisferio norte (aunque será posible verlo, también). De momento, su evolución se corresponde con lo esperado. Pero habrá que ver si es capaz de aguantar su visita al Sol…