El agujero de ozono se reduce a niveles de 1988

El agujero de la capa de ozono ha reducido su tamaño a niveles de 1988. ¿Por qué se ha producido este cambio?

Jorge Robles

Jorge Robles

El agujero de la capa de ozono ha reducido su tamaño a niveles de 1988. ¿Por qué se ha producido este cambio?

Esta año el llamado “Agujero de Ozono” se ha reducido, alcanzado niveles de 1988. ¿Notición medioambiental, éxito de ciencia y política o simple suceso/casualidad/ “normal” ?… Bueno si marcas cualquiera de estas tres casillas con lápiz y no pierdes de vista las otras dos, seguramente habrás acertado este pequeño test.

En primer lugar digamos que la noticia es fantástica, aunque no marca tendencia “definitiva” y hay que seguir muy pendiente del ozono.

Pero, antes de intentar conocer algo más sobre el agujero de ozono, fijémonos en algunos datos exitosos para seguir leyendo algo más tranquilos.

El 11 de septiembre de 2017 se alcanzó la máxima extensión del agujero de ozono registrada durante este año, que tan “solo” fue de 19,6 millones de kilómetros cuadrados (apenas dos veces y media la extensión de Estados Unidos), por debajo de los 22,2 millones de kilómetros cuadrados registrados en 2016 y muchísimo menor que los 25,8 millones de kilómetros cuadrados que supone la extensión promedio de este agujero desde 1991 hasta hoy.

Además la capa de ozono no es tan delgada como años atrás. El 25 de septiembre de 2017 la concentración de ozono alcanzó su mínimo anual correspondiente a 136 DU (Unidades Dobson, medida del espesor de esta capa). También se trata de un registro bastante “vintage” que nos lleva a las concentraciones de los 80`s.

Se trata del mínimo más alto desde 1988, es decir es el agujero más relleno de los últimos 30 años. Pero aún estamos muy lejos de los 250-350 UD, que eran las concentraciones habituales de los 60´s sobre la Antártida, registros de la era pre-CFCs a los estaría bien retornar.

Se trata del mínimo más alto desde 1988, es decir es el agujero más relleno de los últimos 30 años.

Las aspiraciones de científicos expertos en ozono apuntan al 2070 como el año en que el agujero de ozono se tendría que haber reducido a los valores de 1980.

Pero vamos ante a intentar conocer algo sobre el ozono.

¿Qué es el ozono?

Se trata de una molécula compuesta por tres átomos de oxigeno (O3), que en la atmósfera sobre todo se genera en las capas altas, donde la radiación utravioleta logra romper (disociar) cierto número de moléculas del oxigeno-gas que respiramos (O2), dejando átomos sueltos que luchan por formar ozono.

Lama la atención que la concentración de ozono es la atmósfera es casi ridícula. De hecho por cada millón de partículas apenas hay entre 2 y 8 moléculas de ozono. Si fuésemos capaces de comprimir todo el ozono atmosférico al nivel del mar tendríamos una capa de apenas 3 milímetros de grosor.

Aún así, el 90% del ozono de nuestras atmósfera se concentra en la estratosfera (capa de la atmósfera que aproximadamente va desde los 15 a los 50 kilómetros en el Ecuador pero que se comprime hacia los polos donde empieza a partir de los 7 a 9 kilómetros). Pero es el responsable de absorber entre el 97 y 99% de la radiación ultravioleta, bastante dañina, que llega a nuestro planeta.

El ozono es el responsable de absorber entre el 97 y 99% de la radiación ultravioleta

Se trata de un escudo imprescindible pero “perforado” por la actividad humana. Resulta que hacia 1940 se empezó a utilizar como refrigerantes unas sustancias químicas que incluían en su composición Cloro, Carbono, Flúor (CFC) e incluso Hidrógeno (HCFC).

El “progreso” amplió su uso y además de ser usados en la refrigeración se emplearon en la climatización y como gases impulsores de los “sprays” (cuanta laca vertida en los años sesenta y setenta). Inicialmente se pensaba que eran compuestos estables, volátiles y casi inocuos. Pero en los años ochenta se descubrió con temor que los CFCs devoraban la capa de Ozono, que se reducía anualmente entre un 4 y un 8%. Prácticamente no hubo más remedio que firmar y hacer cumplir el Protocolo de Montreal (1987).

El mayor enemigo del ozono

El gran problema de los CFCs es su estabilidad, su larga vida (50 a 100 años) y que no se disuelven en agua. Cuando alcanzan la estratosfera el Cloro que contienen ataca al Ozono para formar oxígeno (O2) y monóxido de cloro (ClO).

La intensidad de estos ataques al ozono dependen fundamentalmente de la actividad solar y de la estación del año en la que nos encontremos. Resulta que de mayo a septiembre sobre la Antártida se genera una especie de remolino (vórtice que gira en sentido horario), que mantiene aislado el aire de su interior, lo que hace que baje mucho la temperatura y que se lleguen a formar nubes estratosféricas polares.

Visualmente estas nubes son espectaculares, nacaradas, pero por desgracia también proporcionan una “superficie” en la que pueden trabajar mejor los CFCs y se acelera el proceso de destrucción de ozono.

Cuando llega la primavera austral (entre octubre y noviembre) el vórtice de la Antártida se abre, existe intercambio de aire, las temperaturas se suavizan, disminuyen la cantidad de esas pecualiares nubes y el agujero de ozono se va cerrando.

En el Ártico las temperatura son algo más altas, no llega a formarse ningún vórtice boreal tan estable y el debilitamiento de la capa de ozono es mucho menos intenso que en la Antártida.

Este año las temperaturas en la estratosfera antártica han sido algo más elevadas de lo normal y el vórtice no ha resultado tan frío. Las temperaturas de esta zonas del planeta han sido algo más suaves y la formación de nubes estratosfericas polares se ha visto reducida, de modo que el agujero de ozono ha sido el menor de las últimas décadas.

COmo comentábamos al principio del post estamos ante dos años de una importante reducción del agujero de ozono, se trata de una tendencia no definitiva, celebrable, pero asimilable a esa variabilidad normal con la que los científicos a veces tienen que desinflar la euforia. Brotes verdes, pero el ozono aún en crisis.

VÍDEO: CÓMO AFECTA EL OZONO A LOS PRESERVATIVOS