¿Cómo funciona el «fraile del tiempo»?

¿Quieres saber cómo logra predecir el tiempo este venerable fraile?

Marian

Marian

Seguramente hayas visto alguna vez a este adorable monje con cara de saber mucho que es capaz de predecir el tiempo. Este noble y santo anciano, con una bola del mundo y un par de libros como únicas pertenencias, puede informarte a corto plazo sobre el tiempo que va a hacer con un simple movimiento de su varita. Y todo ello sin hacer ni pizca de magia ni ser Harry Potter.

Este artilugio, que fue creado por Agapito Borrás Pedemonte hace 120 años (y menos mal que fue hace tanto, porque con ese nombre no habría sobrevivido mucho hoy en día), es en realidad un higrómetro que mide la humedad del ambiente. El brazo del monje subirá o bajará indicando en la pared de su convento los diferentes estados del tiempo: seco, revuelto, viento, bueno, inseguro, ventoso, húmedo o lluvia. Hay que entender que no incluya ‘tormenta’ o ‘huracán’, la capucha de su hábito no hace milagros y el pobre hombre se tendrá que poner a cubierto.

Su funcionamiento es sencillo a la par que insólito: dentro del cuerpo del fraile no hay ni músculos ni huesos que muevan el brazo, sino cabellos humanos, concretamente aquellos que son más sensibles a la humedad, los de mujeres jóvenes y rubias de raza eslava. Vaya, vaya, no es usted tan tonto ni tan santo como parecía, señor monje.

Dependiendo de la humedad relativa de la atmósfera, los cabellos se encogerán o dilatarán, y harán mover el brazo para que señale al lugar correspondiente, y la capucha para que se cubra de la intemperie. Puesto que, normalmente, un cambio de humedad significará también un cambio de presión, nuestro amigo el fraile pervertido acabará aventurando los cambios de tiempo como si de un barómetro se tratara.

Aunque ahora, tras haber explicado este mecanismo, la predicción del tiempo parezca algo sencillo, me veo en la obligación de añadir que en realidad no lo es tanto. Para obtener una buena predicción del tiempo y del estado de la atmósfera no basta con mirar uno de estos frailes del tiempo; es necesario mirar, por lo menos, dos.

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