“Asesinas” silenciosas: ¿Por qué las olas de calor no tienen nombre y algunas borrascas sí?

Los huracanes son famosos por sus nombres desde hace años. En nuestro país las borrascas reciben nombre propio desde 2017. Pero, ¿qué ocurre con las olas de calor? ¿deberían ser bautizadas?

Mar Gómez

Mar Gómez

Cuando hablamos de huracanes en seguida nos vienen algunos nombres a la cabeza: Katrina, Harvey o Sandy son algunos de los mas memorables de los últimos años. Fueron potentes ciclones tropicales que causaron perdidas millonarias y numerosas víctimas tras su paso.

Pero no son los únicos fenómenos que reciben un nombre propio. Las borrascas con efectos adversos también son bautizadas desde hace unos años en Europa. En concreto España, Francia, Portugal y Bélgica decidieron nombrar las borrascas con gran impacto para favorecer la comunicación de los efectos a la sociedad y minimizar riesgos.

Sin embargo, ¿qué curre si pensamos en olas de calor? Las olas de calor son otro de los fenómenos más destacados a la hora de poner en riesgo nuestra vida, y es que, debido al cambio climático, cada vez se tornan más virulentas y peligrosas. Entonces, ¿por qué no reciben ningún nombre? ¿por qué nos cuesta tanto recordarlas?

¿Por qué nombrar a las borrascas de gran impacto?

Desde el año 2017 la Agencia Estatal de Meteorología comenzó a nombrar —en colaboración con el servicio meteorológico francés y portugués— las borrascas que podrían causar gran impacto en Francia, España o Portugal.

Esto no era algo nuevo, ya que desde 1954, la Universidad Libre de Berlín había estado bautizando borrascas y anticiclones, con la finalidad de llamar la atención de la población y disminuir pérdidas económicas y humanas.

Reino Unido e Irlanda demostraron que la población estaba más atenta a los avisos meteorológicos adversos y a las recomendaciones de seguridad cuando la amenaza de viento fuerte estaba claramente identificada y asociada al nombre de la borrasca.

Estas borrascas suelen llevar asociadas vientos muy fuertes, fenómenos costeros y en muchas ocasiones problemas relacionados con la nieve y/o la lluvia. Variables meteorológicas que pueden complicar mucho la situación cuando se dan en cantidades importantes.

Un ejemplo de borrasca bautizada: Borrasca Elsa, nombrada en diciembre de 2019.

En este sentido, si echamos la vista atrás recordaremos dos borrascas que dejaron un gran impacto, formadas por ciclogénesis explosiva, que dieron lugar a grandes pérdidas económicas en España, Francia y otros países europeos. Estas fueron Klaus en enero de 2009 y Xynthia en febrero de 2010, que dejaron 26 y 65 fallecidos respectivamente.

Dar nombres a las borrascas hace que sea más fácil para los medios informar sobre ciclones, aumenta el interés en los avisos meteorológicos y posibilita la preparación de la sociedad.

El objetivo precisamente de nombrar a estas borrascas fue y es el de alertar a la población de los efectos meteorológicos adversos que traen consigo. Intentar hacer una llamada de atención a la sociedad para que tome medidas y no se exponga a riesgos innecesarios.

Olas de calor más intensas y severas ¿deberían bautizarse?

Aunque las olas de calor pueden parecer menos mortales que las potentes borrascas o huracanes, lo cierto es que la mortalidad por calor es muy peligrosa.

Quizás si las olas de calor recibieran tanta atención como los huracanes o borrascas con nombres ¿podríamos salvar vidas? El objetivo de poner nombre a este tipo de eventos de temperaturas extremas sabemos que es el de crear conciencia sobre los peligrosos del calor y hacer que todos estemos mejor preparados cuando las olas de calor golpeen nuestro país.

Precisamente un estudio de la universidad de Oxford respaldaba la necesidad de crear esta concienciación social ya que en su investigación hallaron que los eventos de calor extremo en África subsahariana están empeorando rápidamente debido al cambio climático.

Sabemos que España es el país mas vulnerable de la Unión Europea al cambio climático y que las olas de calor serán cada vez mas intensas, frecuentes y severas debido al aumento de las temperaturas globales.

Lo corrobora a nivel global, un estudio publicado en Nature Communications que demostraba que desde 1950 las olas de calor se están volviendo más peligrosas, duraderas y frecuentes, haciendo que las poblaciones sean más vulnerables al estrés por calor.

Precisamente por ello, las olas de calor con nombre podrían transmitir la verdadera naturaleza de la gran amenaza que supone el calor, especialmente en las personas más vulnerables, y permitiría crear planes para poder protegerlas de sus efectos más dañinos.

Sin embargo, para poder dar este paso, será necesario definir bien el concepto de ola de calor: la intensidad, longevidad y tamaño de área cubierta y adaptar el concepto a los próximos años y décadas mas cálidas. Es importante saber, además, que el concepto “ola de calor” significará diferentes cosas para las personas, en función de donde vivan”.

Nombrar las olas de calor podría dar más credibilidad al episodio de calor extremo y causar más impacto en el público, pero es un debate que aun esta abierto y en el que aun queda mucho trabajo por hacer.