Aniversario de Apolo 11: Desmontando la teoría de la conspiración lunar

50 años después de la llegada del hombre a la luna hay quien sigue pensado que fue todo un montaje.

Alejandro Riveiro

Alejandro Riveiro

50 años después de la llegada del hombre a la luna hay quien sigue pensado que fue todo un montaje

El pasado 21 de julio se cumplió el 50 aniversario de la llegada del ser humano a la Luna. Pero, a pesar de las numerosas pruebas a lo largo del tiempo, los conspiracionistas siguen defendiendo que todo fue un montaje.

Un proyecto sin romanticismo

Aunque podríamos comenzar por los puntos más populares (desmentir las supuestas pruebas que demuestran la conspiración), es interesante e instructivo entender en qué situación tuvo lugar el programa Apolo. El contexto histórico y tecnológico de la época era muy diferente al de la actualidad. Hoy en día, grabar en un estudio de cine el paseo lunar sería trivial. La tecnología audiovisual ha avanzado hasta cotas espectaculares, mientras que nuestra tecnología de cohetes se ha quedado relativamente estancada.

El cohete Saturno V en la plataforma de lanzamiento, antes del lanzamiento de Apolo 17. Crédito: NASA

Pero, en la década de los 60 y 70, así como en las anteriores, el panorama era muy diferente. Tras dos guerras mundiales, la tecnología de cohetes estaba muy avanzada. Algunos ingenieros desarrollaron sus cohetes con el objetivo de alcanzar el espacio. El caso más notorio, sin duda, es el de Wernher von Braun, que se convirtió en el primer director de la NASA el 1 de julio de 1960. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi usó sus cohetes para bombardear Europa. Pero a von Braun, en realidad, lo que le interesaba era la exploración espacial.

Una exploración espacial que, en la década de los 60, estaba siendo rotundamente liderada por la Unión Soviética. Los rusos fueron los primeros en colocar un satélite en el espacio (Sputnik, en 1957), un animal (Laika, en el mismo año) un hombre (Yuri Gagarin, 1961) y una mujer (Valentina Tereshkova, 1963). En plena Guerra Fría, y con la URSS y el comunismo como claros vencedores, EE. UU. necesitaba demostrar que eran mejores. Todo esto llevó a Kennedy a anunciar, en 1962, su objetivo de llegar a la Luna antes del fin de la década de los 60.

Cambio de tornas

La URSS decidió sumarse a aquella carrera. Lo lógico, probablemente, era esperar que también terminasen ganando. Pero todo lo que les fue bien hasta aquel momento, podríamos decir que dejó de funcionar. El cohete empleado por la URSS, N-1, era, sobre el papel, más potente que Saturno V, el diseñado por la NASA para llevar a los astronautas a la Luna. Pero nunca llegó a funcionar. Las pruebas para ponerlo en funcionamiento no fueron tan exitosas como las de los estadounidenses. Y lo peor, para los soviéticos, todavía estaba por llegar.

Buzz Aldrin en el módulo lunar, durante el viaje de Apolo 11 a la Luna. Crédito: N. Armstrong/NASA

Porque, en 1966, fallecía Sergei Korolev. Era el diseñador principal del programa espacial soviético y, naturalmente, estaba al cargo de aquella campaña para intentar alcanzar el satélite. Su muerte supuso todo un varapalo para las aspiraciones soviéticas. En 1969, Estados Unidos alcanzaba la Luna con Apolo 11 y Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins pasaban a la historia como figuras importantísimas de la exploración espacial. Pero no fueron los únicos. Las misiones Apolo 12, 14, 15, 16 y 17 también llegaron a la superficie.

En total, 12 hombres caminaron sobre nuestro satélite, entre 1969 y 1972. Lo hicieron gracias a lo que, en esencia, fue una maniobra política. La ciencia nunca estuvo entre las principales preocupaciones de aquellos que decidieron que era necesario llegar a la Luna. Por suerte, eso no impidió que se consiguiesen algunos objetivos científicos. Se trajeron, sin ir más lejos, más de 300 kilos de rocas lunares. Algo que ha permitido estudiar nuestro satélite, a lo largo de las décadas, sin necesidad de poner en riesgo vidas humanas.

Una misión extremadamente peligrosa

Porque, sin el marco de la Guerra Fría y la necesidad de EE. UU. de imponerse a la URSS, probablemente no hubiéramos visto la llegada del ser humano a la Luna. La realidad es que era una campaña extremadamente peligrosa. En particular con la misión Apolo 11. Fue la primera en ejecutar un descenso sobre la superficie del satélite. También la primera en regresar hasta la órbita lunar para reacoplarse al módulo de mando y permitir que la tripulación regresase a nuestro planeta. El riesgo era tal, que Nixon tenía dos discursos a su disposición.

Imagen de la placa conmemorativa que Neil Armstrong y Buzz Aldrin depositaron en la Luna en 1969. Crédito: NASA

Uno de ellos debía usarse en caso de fracaso. Aquellos hombres se estaban jugando la vida y eran plenamente conscientes de ello. Lo mismo hay que decir, en honor a la verdad, de los soviéticos. La tecnología soviética no era, ni mucho menos, más segura que la de los estadounidenses. A ese riesgo hay que sumarle el coste de la misión. Ambas naciones emplearon una cantidad desorbitada de recursos, y dinero, para conseguir sus objetivos. Algo fácil de vender al público en plena Guerra Fría. Pero mucho más complicado sin conflicto alguno.

Sea como fuere, a las seis misiones que tocaron la superficie de la Luna hay que sumarles un ingrediente más. Hubo múltiples fuentes independientes que confirmaron el éxito de Apolo 11. Observatorios y astrónomos aficionados de Inglaterra, Alemania, Reino Unido, Australia… e incluso la propia Unión Soviética. La prensa rusa informó puntualmente de los avances de Apolo 11 y su gobierno felicitó a Estados Unidos y a los astronautas. En definitiva, hay muchas evidencias, lejos de cualquier supuesta prueba, para demostrar que sucedió.

Los paseos lunares no se podían fingir

Como último punto, vale la pena recordar que, por increíble que pueda parecer desde la perspectiva de la tecnología actual, lo que se vio en 1969 no se podía fingir con la tecnología de la época. La tecnología audiovisual era todavía muy primitiva para poder fingir lo que se vio. Cabe recordar que unos 600 millones de personas siguieron, en directo, el paseo lunar de Apolo 11. Fue una retransmisión de más de dos horas. Hoy en día lo que vemos son los mejores momentos. A todo esto, por supuesto, podemos sumarle la política.

Logo del programa Artemisa, con el que la NASA quiere regresar a la Luna en 2024. Crédito: NASA

Porque, ¿qué podría ganar la URSS, que había ganado la carrera espacial hasta aquel momento, acompañando a EE. UU. en una mentira tan obvia? Dejar en evidencia a los estadounidenses, al denunciar que no habían conseguido algo que afirmaban haber conseguido, habría sido la victoria definitiva de los soviéticos y el comunismo. Seguramente, todavía estarían burlándose de ellos a estas alturas. En cualquier caso, quizá lo más interesante es lo que está por llegar. Porque, en solo unos años, podríamos tener más seres humanos en la Luna.

Estados Unidos ha anunciado, a principios de 2019, que quiere regresar a nuestro satélite en 2024. Lo hará a través del programa Artemisa y tendrá como objetivo llevar a otro hombre y a la primera mujer a nuestro satélite. Es un objetivo muy ambicioso porque el plazo, apenas cinco años, es muy corto. A eso hay que sumarle el interés de otras naciones, como China, India, Japón o Rusia, que están también centrando su atención en la exploración de la Luna o Marte. Para terminar, la NASA publicó, hace ya algún tiempo, más de 15 000 fotos del programa Apolo en Flickr.